Cristo sufrió en la cruz por los pecados de muchos y Él resucitó al tercer sellar la promesa de la redención día.
Que todas las cosas estén sujetas a su sangre expiatoria en su vida.
Al ser purificado por él, podemos vivir una vida santa, agradable a la Padre Celestial, plenamente reconciliados.
Sin ella, permanecería en nuestros pecados, impuras y profanas, condenados a la destrucción eterna y la vergüenza.
A través de Cristo Jesús nos ha dado la potestad de ser hechos hijos de Dios vivo.
De esta manera, nos convertimos en conjunto herederos de la vida eterna y el honor.
Ser hijos de Dios Vivo, nuestros afectos no deben estar en las cosas terrenales, porque este no es nuestro hogar.
Poned la mira en las cosas del Cielo, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios.
El cielo es su hogar.